EL PERDON





“Errar es humano, perdonar es divino”

Todos conocemos ese dicho y deberíamos tener en cuenta que “Errar” es la consecuencia de un propósito mal trazado o incorrectamente orientado. Pero, sin lugar a dudas se trata de una experiencia y toda experiencia deja un saldo efectivo si sabemos aprovechar su enseñanza.
Amar significa sabiduría cuando amamos todo lo que nos rodea, sin motivo alguno.
De ese modo comprenderemos porque perdonar es divino.
Si somos capaces de perdonar a un niño, también debemos serlo con los adultos. ¿O tal vez no lo hacemos por qué han herido nuestro orgullo?
A veces no perdonamos porque nos hicieron “quedar mal” frente a la sociedad y “pasamos por tontos”.
En países donde existe la pena de muerte, antes de la ejecución del reo, el sacerdote lo perdona en nombre de Dios, si está arrepentido y los hombres lo mandan a la cámara de gas. Y si Dios perdona ¿Con qué derecho el hombre le quita la vida?
Practicar el perdón es amar y amar es perdonar. No existe una cosa sin la otra.
Aquella frase, “el que no tenga culpa que arroje la primera piedra”, deberíamos sentirla de corazón, perdonando sin guardar rencor. Es preferible, antes de ser rencoroso, reconocer que no podemos perdonar y trabajar para lograrlo. Decir te perdono y guardar resentimiento es hipocresía.
Es cierto que perdonar es olvidar. Recién cuando alguien nos recuerde una ofensa y nos sorprendamos por haberla olvidado, habremos logrado el perdón.
No nos encerremos en una coraza de soberbia.
Recordemos aquello de “Únicamente siendo como niños entrareis en el reino de Dios”
Los niños cuando pelean rápidamente olvidan y siguen jugando. De eso se trata.
Cuando más perdonemos más capacidad de Amar desarrollaremos.
La fuerza la da el AMOR.

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