DE LA ALEGRIA AL REGOCIJO



El estado natural del alma es la alegría.
A medida que nos hemos apartado del contacto con la naturaleza, hemos alejado la inmensa cantidad de elementos que la producen.
Al dejarnos arrastrar por las necesidades que nuestro ego supone tener, nos perdimos en un callejón sin salida.
La esencia o alma no tiene compromisos, no se somete a modas, no necesita ser popular, no envejece.
Todas esas formas de pensar y sentir están ancladas en nuestra personalidad. A través de la mente afectan la esencia, cargando estados de tristeza, soledad, despojo, envejecimiento.
La alegría tiene varios sinónimos que por lo general olvidamos donde se encuentran.
Nos ponemos contentos cuando logramos el éxito en los estudios, negocios o con el sexo opuesto.
Estamos gozosos cuando disfrutamos de un viaje de placer.
Nos deleitamos si nos demuestran cariño.
Estamos seguros de merecer el amor de nuestra familia.
Pero hay un estado, el regocijo, al que rara vez llegamos y es cuando comenzamos a transitar el camino de la renuncia.
Al escuchar historias repetidas de un anciano.
Permitir que el sol nos acaricie, (sin buscar un determinado color en la piel).
Encontrar estrellas nuevas cada noche.
Tener una actitud de agradecimiento a la vida, porque amaneció.
Intentemos que estas simples palabras no queden guardadas en el cajón del intelecto,
Se pueden llevar a la práctica,
¡HACIÉNDOLO!

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